Antonio Paoli y el amor por su tierra
Ensayo por Néstor Murray Irizarry,
director del Centro de Investigaciones Folklóricas de Puerto Rico
“Sólo siento que no hayas nacido antes, porque tú eres el intérprete más grande y humano de mi Otello”.
En autógrafo de Verdi a Paoli en “Paseos y visitas”. El Noticiero, Valencia, España, 1904.
La música es un lenguaje y comunica ideas a través de sonidos; y expresa una ideología en particular, en una época dada y en lugares determinados por cierto tipo de estética no válidos, necesariamente, para todos los tiempos. “El presente de cada área- afirma Olivera- contiene a su pasado y esos productos son la cristalización de la expresividad de cada época”.
En Paoli y en Verdi coinciden características y aspiraciones similares. Ambos maestros, en sus respectivas áreas de trabajo creativo, mantienen un ferviente patriotismo. La sinceridad, la sencillez y la rectitud serán guías constantes en todas sus vidas. Apasionados por la naturaleza-Paoli y Verdi- gustaban de mantenerse en contacto directo con la flora y la fauna.
Verdi coronó su vida a los 74 años, con Otello, al unir la tragedia shakesperiana con el genio musical latino. Su evolución como compositor se ha interpretado de muy diversas maneras. Su maestría técnica evolucionó mucho, es cierto, pero las cualidades y características peculiares siempre fueron las mismas. Es muy curioso destacar que Paoli, sobre todos los compositores “clásicos”, siempre tuvo preferencia por Verdi. La naturaleza es más fuerte que la voluntad.
Los grandes autores logran casi siempre nuevos rumbos al arte. Por este lado es indudable que Giuseppe Verdi (1813-1901) no puede ser considerado como un gran autor. Sin embargo, siempre mantuvo su espíritu abierto a las nuevas tendencias, y pudo dejar una producción artística que sintetiza la evolución de todo un siglo de música, por esto sí se puede considerar un gran autor.
Verdi es un autor “liberal” por excelencia. Es sabido que como político, fue revolucionario. Durante algún tiempo, algunas de sus obras llegaron a significar un grito de batalla, de revuelta. Y la personalidad de Verdi es tanto más interesante. Y la personalidad de Verdi es tanto más interesante, cuanto que es interesantísima la evolución de la música italiana encarnada en su obra.
El verdadero testimonio del amor a la patria se construye fundamentalmente sobre el pedestal de la propia identidad cultural expresada en los orígenes de nuestro ser y nuestro destino. La obra artística, como tributo de la fuerza y de la vida, como anhelo y aspiración, recorre latitudes y avanza sobre el dominio de continentes. Antonio Paoli, equipado con todos los medios expresivos a su alcance, enriqueció de las grandes óperas de su tiempo.
Antonio Emilio Paoli y Marcano (n.14 de abril de 1871, Ponce—d.24 de agosto de 1946, Santurce) interpretó el Otello de Verdi, según el propio tenor, quinientas setenta y ocho veces durante su exitosa carrera musical internacional.
Paoli siempre tuvo para todas las situaciones dificiles del alma un gesto, una mirada, una actitud que las exteriorizaba y les daba relieve, y ésa es la obra de Paoli y de los grandes artistas, de los que saben sentir la pasión humana, en todo lo que ella tiene de terrible y hermoso:
“…porque en Paoli, la frase le sale del corazón, pasa por el cerebro y toma su forma musical en la privilegiada garganta. Y es ahí donde está el secreto de sus triunfos, es por eso que domina y conmueve a sus oyentes, porque sabe vivir su personaje…”.
El destacado escritor Luis Bonafoux-Quintero (1855-1918) radicado por muchos años en Europa, particularmente en Francia y en España, refiriéndose al debut de su “compatriota” en la Gran Ópera de Paris, en el año 1899 comentaba:
“Anoche cantó en la Gran Ópera de París, consiguiendo un verdadero triunfo, el tenor español Antonio Paoli…”
“…En París hay un tenor, y ese tenor es español… es muy español, aunque puertorriqueño y de Ponce; español por sentimientos, por ideas, por carácter, por costumbres, por la figura inclusive, con el aditamento de la capa a lo Mazzantini y del sombrero redondo para ir a ensayar a la Gran Ópera de París. Española de buena cepa es toda su familia”.
Antonio Otero Arce, quien desde el año 1876 fue jefe de la institución ponceña Bazar Otero, tuvo el privilegio de presenciar la noche del 30 de abril de 1899 el debut de Paoli en París:
“Imagínense nuestros amigos la alegría de este puertorriqueño, ponceño al mismo tiempo. La emoción nos embargaba hasta el punto de querer gritar a todos: Es nuestro paisano. Es de Ponce”.
Afirmaba Otero Arce que en ninguna ocasión había sentido un placer tan íntimo al asistir a un teatro. Otero hubiera deseado tener a su lado a los familiares, a todos los amigos y compueblanos amantes de la música, en fin a alguien a quien expresar de modo palpable cómo vibraba su sistema nervioso y cuan grande era su orgullo y satisfacción que le alcanzaba hasta lo más profundo de su sentir.
El propio tenor comentaba que muy pequeño fue llevado a España, y que
“íntimamente soy español, nunca americano: mi idioma es el español; más aún: mi religión es española, porque soy católico apostólico.” No obstante, siempre se sintió puertorriqueño y su nostalgia por su país la expresaba continuamente:
“Hace dieciséis años (1887) sali, niño aún, dejando las risueñas playas de mi tierra querida para buscar en distintas regiones, lo que era difícil hallar aquí (en Puerto Rico); medios de progreso y elementos para realizar la aspiración de ser un buen combatiente en la eterna lucha de los que aspiran a un porvenir mejor. Y cuando, allá en el viejo continente, pude obtener el premio a mis esfuerzos al sentirme halagado, por los aplausos de los DILETTANTI de Barcelona, París y Londres, en aquellos momentos que representaban la victoria para un peregrino ausente de la patria, el recuerdo de ésta venía a mi memoria y me hacía más grato el triunfo, a mis nunca olvidados paisanos, como tributo de mi adoración a la bendita tierra puertorriqueña. Hoy realizo esta aspiración; y al presentaros el producto de mis esfuerzos artísticos, si logro que mis coterráneos les den su sanción, me sentiré mil veces más feliz y más orgulloso que cuando en extrañas tierras, me incliné ante la estruendosa ovación. Salúdote, pues, nereida gentil de estos mares en que un eterno ritmo de luz y de poesía parece acompañar al plácido murmurio(sic)de las olas que dan ósculos de amor a la florida cuna de Agüeybaná.
¡Salve Patria!”.
Es muy importante destacar que las hermosas y profundas expresiones de Paoli, reflejo de su indiscutible amor por su bendita tierra, se escriben en el año 1901, a los treinta años de edad, época de grandes éxitos para el tenor en Europa, y el mismo año que emprendió una gira internacional de triunfos artísticos con sus interpretaciones de las óperas Lohengrin, de Wagner; Otello y El trovador, de Verdi. En su pleno apogeo Paoli da a los suyos lo mejor de su arte. Según Jesús M. López, historiador de Paoli, en el año 1901 constituye la época donde Paoli ofreció en su país natal, la mayor cantidad de recitales en las principales ciudades de Puerto Rico.
En el periódico La Bruja de Mayagüez se comentaba que Paoli era una celebridad puertorriqueña y que más tarde su nombre “será universal”, sellado con el aplauso entusiasta del público en Europa y América. Opinaba el corresponsal, que había escuchado recientemente cantar a Paoli, y observaba que desde que el tenor había salido de la primera escena lírica en Francia, de la Gran Ópera de París, para ir a los Estados Unidos, “viene paseando sus méritos en triunfal carrera por las principales ciudades del mundo”. Se alegraban, además, del poder del talento de Paoli, que en todas partes arrancaba aplausos conmoviendo a los públicos, sin importar los temperamentos más opuestos, desde el ilustrado alemán, del flemático inglés, hasta el ruso y el austríaco. Se preguntaba, entonces: ¿No es portentoso que al poder de un artista desaparezcan latitudes y climas, se borren razones etnográficas y enmudezcan las quisquillosidades del patriotismo?...
Paoli al desembarcar en San Juan en el año 1901 fue vitoreado por centenares de personas que habían acudido al muelle a recibirlo con música.
En el año 1900 casó en Viena con una joven austríaca llamada Josefina Vetiska. Al regresara Puerto Rico en el año1901, en viaje de luna de miel, ofrece un concierto en la catedral de San Juan y otro en la hoy catedral Nuestra Señora de la Guadalupe en Ponce, donde da gracias a Dios por el regalo de su voz. Se presenta además en Venezuela, Cuba, México, América Central y Nueva York.
El 31 de mayo de 1901 Paoli, acompañado de su esposa Josefina y ante una gran aglomeración del público, cantó en la Catedral de Ponce en una solemne fiesta en honor a la Virgen María organizada por las Hijas de María de la Ciudad Señorial.
Además, ese mismo año la colonia española en San Juan patrocinó una velada-concierto de Paoli, en el Casino Español, la noche del 24 de julio. Al finalizar el primer acto Paoli recibió un bonito obsequio consistente en un reloj; pendiente de una lira, todo de bronce, dorado a fuego, con guarniciones de piedras y con una declaratoria grabada en la tapa posterior del reloj, que decía así: “los españoles de Puerto Rico, al eminente tenor y compatriota Antonio Paoli.” Los organizadores de esta velada consideraban a Paoli una gloria de Puerto Rico y de España a un tiempo mismo.
Según expresara Antonio Arnaldo (Tonino) Paoli, su único hijo, y fruto del matrimonio con Josefina Vetiska, en su primera visita a Puerto Rico en el año 1962: “…como artista a mi padre se le consideraba en Italia, un italiano, y en España, un español”. Afirmando, en esa misma ocasión, que venía a desmentir “la mentira por tantos propagada de que mi padre negara en alguna ocasión ser puertorriqueño…quería entrañablemente a Puerto Rico y lo demostró viniendo a vivir aquí sus últimos años y morir”.
El resultado de la guerra Hispanoamericana, según su hijo, deprimió y defraudó a Paoli. La actitud asumida por los puertorriqueños en el año 1898 frente a los resultados de la invasión norteamericana, especialmente en su pueblo natal, Ponce, conmovió al tenor por considerarlo un “acto impropio”.
Paoli siempre quiso dar de lo mejor a América y a su patria, particularmente al pueblo de Ponce en donde lamentablemente tuvo dificultades. El 23 de junio de 1922 regresa a Puerto Rico, después de veinte años de ausencia. Cantó en San Juan y en Arecibo. En Ponce el tenor tuvo que autorizar la colocación de un cartel, frente al Teatro Broadway, que anunciaba la “suspensión del acto por falta de público”. El tenor pedía excusas y se iba llevando de su pueblo gratos y tristes recuerdos.
El eminente musicólogo y maestro Arístides Chavier (1867-1942) comentó sobre el acto de agravio, en Ponce, en contra de Paoli:
“Y cuando ese artista, disfrutando de una consagración mundial, se dispone a hacernos partícipes de la belleza y encantos del arte lírico…Y ofrenda al lar nativo brillo de su fama, entonces es necesario convenir que semejante artista debe ocupar gloriosamente la más elevada cumbre moral de nuestra respetuosa admiración y afecto.”
Chavier, testigo ocular de todo el suceso, narra que el liderato del Club Juan Morel Campos: Juan Carlos Ramos, Eustaquio Pujals, Fausto Percy y federico Ramos Escalera se personaron al Hotel Maliá, junto al alcalde Francisco Parra Capó, Pedro Albizu Campos y una gran multitud representativa de las “sencillas gentes del pueblo”. En el Club Morel Campos se agasajó espléndidamente al “gran ponceño”. Chavier afirmó que aquella “manifestación del pueblo fue lo más humano que ha presenciado el noble pueblo ponceño”.
En Nueva York Paoli recibió la noticia de que en el periódico El Día de Ponce se publicó un artículo que acusaba al propio tenor de ser “mal puertorriqueño”. Paoli indignado escribe sobre este incidente:
“…El blasón de mi vida entera, y el amor entrañable que profeso a la isla en que nací hacen caer por su base la… acusación…”
Al siguiente año,1923, y de gira por Cuba, insiste a los periodistas de la época que “yo nací en Puerto Rico…”. También, en el año 1939 recalca que es un “auténtico jíbaro” … y que…
“nunca he negado a mi país, a pesar de que todavía ostento la ciudadanía española. No puedo negarlo…No soy ciudadano de Puerto Rico porque tal ciudadanía no existe. Eso es todo”.
Hacia nueve años que le había confesado al mismo periodista José A. Romeu que nunca negó que era puertorriqueño y de Ponce y que pasó su niñez en las cuarenta cuerdas, campo situado cerca de El Vigía;
“¡qué bien lo recuerdo todo! Todavía están vivas en mi memoria todas aquellas escenas de mi niñez. Yo puedo hablar de la guasimilla, la calambreña, el jácana, a guayaba, el almácigo, el caimito, el mamey, el jagüey, el cupey, el guamá…Desciendo de españoles. Me siento orgulloso de pertenecer a la raza latina cuya superioridad sobre la raza sajona creo innegable”.
Paoli pensaba que los Estados Unidos de América era un pueblo progresista porque poseían el dinero, la fuerza, la iniciativa, el espíritu mercantil y emprendedor. Representaban, para el tenor, la parte material del progreso humano, que para Paoli, no era sinónimo de cultura y de civilización. Es muy distinto, decía, poseer grandes organizaciones, edificios que llegan a las nubes, fábricas enormes, millones de dólares, que llegar a la supremacía en todo aquello que signifique progreso espiritual, el arte y las letras.
Paoli comentaba que el pueblo norteamericano es un pueblo “niño” porque estaba en la “Infancia” de su evolución. De ahí -añade el tenor- que no vea con aprobación que los puertorriqueños “adoptemos aquí sus usos y costumbres”, poseyendo, como poseemos, una civilización y una historia heredada de nuestros antepasados. Puerto Rico, a su juicio, debe reafirmar “los valores de su raza, y no desvirtuarlos…”.
En una crítica aparecida en el año 1925 se comentaba que la gloria de Paoli es gloria de Puerto Rico, y es la más sólida y bella que ser humano pueda ambicionar. Paoli no sólo representa para el pueblo de Puerto Rico un valor genuino cuya consistencia resalta vigorosamente entre los más eminentes cantantes de Europa y América, sino es también un “verdadero amante de esta patria,” que ahora le reconoce con todo el afecto y el amor de su alma colectiva, … y para quien el inimitable tenor no le niega la oportunidad de oírle una vez antes de marchar por tierras extrañas…”.
Es muy justo recordar que Paoli en el año 1928, entre otras presentaciones que hizo en Puerto Rico, cantó en el Teatro Municipal de San Juan la ópera Otello, de Verdi, con la Internacional Opera Company. Al final de esta obra, el teatro se estremeció por su interpretación de Otello, “como nunca se había escuchado…”. También Paoli cantó en el mismo teatro y época El trovador, de Verdi. La ovación del público presente en el teatro fue “robusta, loca, interminable”.
Antonio Paoli amó entrañablemente a su patria y a España. El ser humano que no se cansaba de repetir que “mi corazón es leal y mi amistad sincera” vivió toda su vida orgulloso y agradecido al pueblo español.
En España Paoli conoció la grandeza del espíritu agustino en las centenarias aulas del Real Colegio de San Lorenzo de El Escorial. Cursó sus estudios y cultivó su cultura, bajo la dirección de los padres agustinos españoles, desde la edad de catorce años. Paoli era Terciario de la Orden de San Agustín de El Escorial. Allí le oyó cantar la infanta Isabel de Borbón y de ahí salió para Italia donde se hizo gran cantante.
A la regia protección de la reina María Cristina, madre del último Rey Católico de España, Don Alfonso XIII, debía Paoli su carrera y la de sus hermanos Carlos y Amalia.
Por eso, en prueba fehaciente de su agradecimiento a España y a su Reina, Paoli conservó su nacionalidad española hasta su muerte.
La Academia Paoli, fundada en Puerto Rico por Amalia y Antonio en el año 1929, y posteriormente la organización del Conservatorio Paoli en el año 1932, es otra muestra sincera del respeto y el amor que sintió Antonio Paoli por rescatar los valores musicales de su país.
Es muy justo recordar con admiración y respeto al ser humano que besó una y mil veces las arenas de nuestras playas. Al gran peregrino y embajador boricua, sin embajada; al orgulloso escudero, sin escudo, que cambió su espada por su vibrante voz; y quien a falta de escudo creó su propio…su original sudario.
¡Salve Paoli!